En tiempos de crisis, brotan por doquier los huertos urbanos. Ocurrió en Gran Bretaña y Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial, con la explosión de los 'victory gardens'. Ocurrió en Cuba tras el colapso de la Unión Soviética, cuando en el nombre de la autosuficiencia surgieron los 'huertos populares'. Está ocurriendo ahora, en todas las grandes ciudades del mundo industrializado, donde miles de ciudadanos han decidido tomar el azadón y meter las manos en la tierra.
"Cultivar un huerto se ha convertido hoy por hoy en una respuesta necesaria y creativa en estos tiempos que corren", sostiene la italiana Franca Roiatti, que dio la vuelta al mundo para tomarle la medida a lo que ella misma ha bautizado como 'La rivoluzione della lattuga' ('La revolución de la lechuga').
"Cultivar tus propios alimentos es también un gesto revolucionario, ante el poder de las multinacionales, de la agricultura industrial y de las grandes cadenas de distribución", advierte Roiatti. "Es una manera de 'votar' con el tenedor y apostar por otro modelo social y económico. Y es al mismo tiempo una manera de reconectar con la tierra y de valorar lo que cuesta realmente hacer crecer algo tan básico como una lechuga".
Respuesta ciudadanaHortelanas a domicilio
"Mucha gente está deseando cambiar el césped de su jardín por un huerto comestible"
De Nueva York a La Habana, de Detroit a Nairobi, de Acilia a Todmorden, Franca Roiatti da cuenta de esta 'revolución' que se ha ido gestando en las dos últimas décadas y que ha encontrado un nuevo sentido con la crisis: "Los huertos urbanos se han convertido en punto de encuentro y cooperación entre los ciudadanos. Son si acaso la expresión más sabrosa y palpable de eso que llamamos la democracia del bien común".
Franca Riotti presentó 'La revolución de la lechuga' en la reciente edición de festival Terra Madre de Slow Food. El fundador Carlo Petrini prologa precisamente el libro y habla de la dimensión política de los alimentos en la era de la triple crisis (económica, ambiental y energética).
"Se equivocan quienes minusvaloran el potencial de esta multitud de ciudadanos que, en toda su diversidad, exprimen una riqueza de ideas, de valor y de pragmatismo", escribe Petrini. "Hablamos de los huertos comunitarios en las escuelas, en los pueblos, en la ciudad; de los mercados de granjeros; de las cooperativas de consumidores; de la agricultura biológica de soporte comunitario; de las iniciativas para reducir el despilfarro de alimentos... Estamos ante una movilización creciente que acabará dando sus frutos en los años venideros. No me cabe duda de que estamos ante una nueva forma de hacer política", asegura Riotti.
En España, la tierra la llevan labrando desde hace tiempo las cooperativas de consumidores y grupos como Bajo el Asfalto está la Huerta en la periferia de Madrid. La Plataforma de Huertos Sociales de Sevilla o la Red de Huertos Urbanos de Barcelona han tendido también el puente hacia iniciativas más recientes como Huertos Compartidos, que pone en contacto a quienes quieren cultivar sus frutas y verduras y a propietarios dispuestos a ceder un pequeño terreno (normalmente, a cambio de una parte de la cosecha).
La idea de los Sharing Backyards surgió hace años en el noroeste de Estados Unidos, con el grupo Seattle Tilth al frente de una auténtica 'revolución' alimenticia y educativa. "Estamos sembrando las semillas de las próximas generaciones", sostiene Lisa Taylor, autora de 'Tu Granja en la Ciudad'. "Casi todos los estudiantes de Seattle han pasado por nuestra granja-escuela, y muchos de ellos se han puesto ya manos en la tierra, creando sus propios huertos en los puntos más dispares de la ciudad".
En Portland, la ciudad con más gallinas 'per cápita' de Estados Unidos, prendió hace cinco años otra iniciativa que ha encontrado réplica en otras partes del mundo. Donna Smith y Robyn Streeter se ofrecen como hortelanas "a domicilio" con Your Backyard Farmer. Sus clientes superan ya el medio centenar.
"Mucha gente está deseando cambiar el césped de su jardín por un huerto comestible, pero no se atreven a dar el primer paso porque les falta las nociones básicas", advierte Donna. "Nosotras les ofrecemos crear y cuidar su propio huerto. La tierra, las semillas, el riego, la cosecha... Todo corre por nuestra cuenta, aunque muchos aprenden sobre la marcha e involucran a sus hijos, y van creando conciencia en el vecindario".
En Vancouver, Alisa Smith y J. B. MacKinnon han popularizado la 'dieta de las 100 millas' y han impulsado la Declaración de Alimentos de la ciudad. En Nueva York proliferan los tejados-granja como Eagle Farm y Brooklyn Grange, y en Londres se propagan las Growing Communities (Comunidades de Cultivo) y los grupos de Incredible Edible (Increíbles Comestibles) que proporcionan cosechas gratis para todo el vecindario.
"La soberanía alimentaria se está convirtiendo en una reivindicación fundamental en estos tiempos de crisis", concluye Franca Roiatti, la autora de 'La revolución de la lechuga'. "El sistema actual no puede sostenerse por mucho más tiempo. Los ciudadanos han dejado de tragar con lo que les echen y han decidido fijar ellos mismos las reglas del juego".
Noticia Original: http://www.elmundo.es/elmundo/2012/10/31/economia/1351707751.html