Los transgénicos -organismos de una especie modificados con genes de otra especie distinta para controlar plagas y hierbas- constituyen una cuestión ambiental controvertida y que genera gran preocupación no sólo a ecologistas, sino también al público en general. Suscitan tres debates fundamentales que se entrelazan entre sí.
Uno en torno a la naturaleza y al medio ambiente, que incluye la destrucción de ecosistemas importantes como las selvas tropicales y las amenazas que esa destrucción supone para la biodiversidad y las que representa la contaminación genética.
El segundo en torno a la agricultura, al modo de producción industrial, a gran escala y altamente tecnificado de los transgénicos. Implican el uso de grandes cantidades de agrotóxicos en detrimento de modos de agricultura tradicional, agroecológica y orgánica, e imponen patentes comerciales sobre las semillas y la vida.
Y un tercero en torno a la alimentación en un sentido amplio: de los efectos negativos de los alimentos transgénicos sobre la salud y de qué productos contienen ingredientes transgénicos y la necesidad de etiquetar los productos para conocer los ingredientes transgénicos. Y no acaban con el hambre en el mundo, actualmente en cifras más altas que nunca.
Mientras Monsanto, sus políticos amigos y entes reguladores dicen que no hay de qué preocuparse, un creciente número de científicos no están de acuerdo y alzan sus voces para explicar aspectos de la tecnología que ponen en serio riesgo la biodiversidad y la salud humana.
La transnacional de las semillas transgénicas y los políticos que la defienden deben escuchar por todos los medios posibles la oposición mundial a los transgénicos. Las protestas sean locales o globales pueden hacer la diferencia. Únete a un evento o firma la petición -carta y formulario a la derecha.
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