Tolerancia cero para transgénicos en Alemania
Fecha de Publicación: 10/05/2013
Fuente: AIM Digital
País/Región: Alemania
En un lote de semillas de maíz importadas a Alemania de Chile como convencionales, se detectó el pasado 2 de mayo, trazas de maíz transgénico NK603 y Mon 803 de Monsanto. La alarma fue dada por el ministerio de Agricultura y Medio Ambiente del estado federado de Schleswig – Holstein y publicada en los medios ligados a esa entidad oficial.
El prestigio que Chile tenía como exportador de semillas convencionales de calidad sufre con esto un severo golpe. Los productores de semillas transgénicas, Monsanto, Pioneer/Dupont, entre otros, deberán dar explicaciones a sus propios colegas exportadores de germoplasma.
En la Unión Europea existe tolerancia cero para la presencia de transgénicos en semillas, a diferencia de los rasgos de transgénicos en los alimentos procesados, en los que el umbral es de 0,9 por ciento. Ello se explica porque en la inmensa mayoría de los países europeos, no están permitidos los cultivos de maíz transgénico.
El maíz NK 603 de Monsanto que contaminó el maíz convencional exportado a Alemania, fue protagonista en el estudio dado a conocer en septiembre de 2012 por el equipo encabezado por el científico francés Gilles Eric Seralini (Criigen) sobre los dañinos efectos de la alimentación de ratas con maíz transgénico y agua contaminada con Roundup, durante dos años.
Causas posibles de la contaminación
Es posible que la contaminación detectada en Alemania se deba al uso de las mismas máquinas procesadoras para ambos tipos de semillas, ya que los miembros de la Asociación Nacional de Exportadores de Semillas Anpros exportan semillas transgénicas y convencionales.
Las cifras de exportación de maíz que figuran en la web de Anpros son generales, evitando diferenciar las exportaciones de semillas convencionales de aquellas de transgénicos. Sabemos que en cantidad, la balanza se inclina de manera creciente hacia los transgénicos. Otra posibilidad es la contaminación cruzada en las líneas de producción.
En agosto de 2012, María Elena Rozas, coordinadora de la Red de Acción en Plaguicidas Chile, una de las organizaciones miembros de la campaña Yo no quiero transgénicos en Chile, dirigió una carta al SAG solicitando – amparada en la ley de Transparencia – que informara, entre otros aspectos, los resultados de las fiscalizaciones que la entidad realiza sobre contaminación de cultivos convencionales u orgánicos, por cultivos transgénicos.
En la respuesta del SAG relativa a esta parte de la carta, se menciona que la Food Veterinary Office de la Unión Europea auditó y aprobó sus procedimientos. Pero al examinar RAP-Chile la auditoría realizada, fue posible ver que FVO recomendó a la entidad sanitaria chilena encargada de fiscalizar estos cultivos, que modifique su forma de trabajo.
FVO dejó en evidencia que SAG no hace pruebas para detectar contaminación entre unas y otras semillas y no vigila el cumplimiento del protocolo de uso en las máquinas procesadoras, dejando todo en manos de las empresas. Tampoco exige que se etiquete el cargamento exportado como transgénico. Los auditores recomendaron a la entidad chilena subsanar las deficiencias ya señaladas.
Según SAG, en la temporada 2010/2011 las exportaciones totales de semillas convencionales representaban un 34 por ciento, y las de semillas transgénicas alcanzaban un 66% del total.
Según la misma fuente, en la temporada 2011-2012 se certificaron en total 25.191 hectáreas de maíz, y en los cuadros publicados, se observa que los semilleros transgénicos de maíz en esas fechas ocuparon 21.398 hectáreas. Ello nos permite deducir que las semillas convencionales de maíz exportadas se cultivaron en las 3.793 hectáreas restantes de la superficie certificada total.
Alemania y la miel
La contaminación del maíz exportado a Alemania, se suma a otros problemas como la contaminación de la miel chilena por polen transgénico, que ocasionó la pérdida de la mayor parte del mercado en la Unión Europea a partir de 2011, con grave daño económico a los apicultores.
Alemania era el principal mercado para la miel chilena, que ahora se exporta a otros mercados, pero a precios muy inferiores a los que pagaba la Unión Europea.
El incidente demuestra que la expansión de los semilleros transgénicos no sólo afecta a la apicultura y la pequeña agricultura familiar campesina, sino también a la exportación de semillas convencionales, un negocio que mueve millones de dólares cada año.
Mario Schindler, gerente de Anpros había sostenido en el congreso de apicultura realizado en agosto de 2012 en Rengo, que las medidas de aislación georeferenciada que aplican los productores, aseguran la coexistencia exitosa entre ambos tipos de cultivos.
En Rengo, Schindler debió enfrentar el malestar de los apicultores y sus organizaciones por la contaminación de la miel con polen transgénico proveniente de semilleros de exportación de maíz o raps transgénico.
Hasta el año 2012 las empresas y el SAG se negaban a dar la ubicación exacta de los semilleros, pero el fallo definitivo del Consejo para la Transparencia ordenó el fin del secreto. Schindler aseguró en Rengo que las empresas entendían ahora la importancia de la transparencia y estaban abiertos a entregar toda la información requerida.
En todo caso, para Anpros “coexistencia” es el cuidado referido a la producción de sus asociados.
No le preocupa la coexistencia de sus cultivos con el de pequeños agricultores campesinos; sus normas de aislamiento son referidas a sus asociados que exportan semillas tanto convencionales como transgénicas.
Schindler no se refirió a la contaminación de razas nativas de maíz por maíz transgénico en la VI Región denunciada en estudios realizados por María Isabel Manzur, de la Fundación Chile Sustentable y Desarrollo Rural Colchagua (2008) ni tampoco a los casos investigados anteriormente por Greenpeace (2006).
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